Por William Cruz Bermeo

Supuesto autorretrato de Antonello da Messina. National Portrait Gallery, Londres.
Que la indumentaria cumple distintas funciones sociales es algo que está fuera de discusión, así lo han demostrado los diversos autores dedicados a analizar sus funciones simbólicas a lo largo de la historia. También puede decirse que el manejo dado a aciertas prendas, junto con las actitudes corporales, cuando se llevan puestas ha estado sujeto a un juego complejo de normas y significados; baste no más con dar una mirada al sombrero. Una prenda que desde su más remota existencia, hasta el declive de su uso, estuvo relacionada con el decoro y el aprendizaje de normas sociales.
Lo anterior se constata al revisar el ahora caduco Manual de Carreño: Urbanidad y buenas maneras; un libro que al mejor estilo de Baltasar de Castiglione (siglo XVI) contribuyó a moldear la caballerosidad de los latinoamericanos desde el siglo XIX hasta bien entrado el XX. La misma obra registra más de veinte veces la palabra sombrero, con recomendaciones curiosas como: “No dirijamos nunca la palabra con el sombrero puesto a una señora o a una persona constituida en alta dignidad”, o “cuando saludamos a señoras o a otras personas respetables, no nos limitaremos a tocamos el sombrero, sino que nos descubriremos enteramente”. Tras un repaso a las normas de Carreño queda claro por qué hoy en día la expresión “me le quito el sombrero”, se emplea para indicar admiración y respeto hacia el Otro, pues en términos simbólicos descubrirse la cabeza parecía ser un acto de humildad ya que implicaba despojarse de una prenda que confería al usuario dignidad y respeto. …Leer más…