Ropa deportiva, del campo de juego a la vida cotidiana

Por William Cruz Bermeo

«La cultura humana brota del juego —como juego— y se desarrolla en el juego

Y-3, por Yohji Yamamoto. París, otoño 2014. © Monica Feudi/Feudiguaineri.Com

Y-3, por Yohji Yamamoto. París, otoño 2014. © Monica Feudi/Feudiguaineri.Com

La cita corresponde a la introducción de Homoludens, el libro donde Johan Huizinga propone que la lúdica ha sido crucial para el desarrollo de la cultura humana. Para él la cultura era el resultado de un juego donde se establece un conjunto de reglas con el cual se instituyen los roles que cada individuo desempeña en la sociedad. Distribuirlos supone distinguir a los integrantes del juego social por sus orígenes, rangos y funciones, mediante signos expresados en la apariencia vestida. Esta misma lógica aplica a los uniformes deportivos, diseñados no solo para distinguir un juego, los jugadores o a un equipo sino también para responder a las necesidades de movilidad física que demanda cada deporte; y aunque la ropa deportiva ha sido creada para dichos fines se ha trasladado de los campos de juego a la vida cotidiana, y de allí a las cumbres más elevadas de la industria de la moda.

 Hacia finales del siglo XIX, bajo la incitativa de crear unos juegos olímpicos, inspirada en la antigua Grecia y teniendo como referencia los juegos realizados en Olimpia desde siglo VIII A. C. hasta el IV D.C., algunos juegos pasarán de ser un entretenimiento a convertirse en deportes modernos puesto que desde entonces contarán «con una institucionalidad» y una «organización selectiva»,  pero no todavía con indumentarias pensadas para su ejecución. Ese será un proceso que se desarrollará a lo largo de los años venideros; por tanto podemos afirmar que la ropa para los deportes es uno de los sucesos relevantes del siglo XX, que surge en respuesta a esa institucionalización del deporte. Continuar…

Gatsby jamás supo que el art déco existió

Carey Mulligan como  Daisy Buchanan en El Gran Gatsby. 2013. © Warner Bros/ Village Roadshow.

Carey Mulligan como Daisy Buchanan en El Gran Gatsby. 2013.
© Warner Bros/Village Roadshow.

A propósito El Gran Gatsby, haremos una revisión a las influencias que configuraron el estilo art déco, el mismo que corresponde a la segunda mitad de la década de 1920, periodo en el cual se desarrolla esta obra literaria de Francis Scott Fitzgerald. La primera versión cinematográfica fue en 1974, con vestuario de Theoni V. Aldredge y Ralph Lauren; en 2013 se lanza una nueva versión con vestuario de Catherine Martin, en colaboración con Miuccia Prada, y dirigida por Baz Lurhmann.

En 1925 se realizó en París la Exposición Internacional de Artes Decorativas e Industriales Modernas, se considera que este evento consagró y expandió internacionalmente el art déco; pero también fue el resultado de una visión frente a la relación del arte y sus artífices con la vida cotidiana ya que desde el último tercio del siglo XIX, cuando la industrialización era una realidad palpable, los artistas habían estado en búsqueda de otras funciones para ellos, indagando por nuevas formas de expresión y encaminando sus ideas a fines sociales, dando así origen al modernismo, el mismo que luego sería el punto de giro para el surgimiento del art déco.

Sucede que en Inglaterra el escritor John Ruskin había manifestado su odio contra la “civilización moderna” y sus productos, haciendo un llamado a reinventar cada objeto de la vida cotidiana. Luego el artista William Morris se propuso la misión de llevar a la práctica la ideas de Ruskin, renunciando al trabajo con las máquinas y privilegiando el trabajo manual; esto significó una valoración de oficios artesanales de tradición medieval para ponerlos al servicio del diario vivir. Estos dos hombres sentaron las bases para una ideología artística cuyo objetivo era “producir artes aplicadas, es decir, que se utilizaban en la vida real”[i], y generaron todo un movimiento que llegaría a conocerse como Art and Crafts.

Las ideas de Ruskin y Morris cruzaron el canal, y en Viena fueron acogidas por la Secesión Vienesa, un grupo de artistas jóvenes que aspiraban a la creación de la obra de arte total, y pensaban que los objetos de uso cotidiano debían ser concebidos por artistas, bajo una estética totalizadora y armónica. También, buscaban borrar las distinciones entre arte y artesanía, y recuperar los oficios artesanales para escapar de la fealdad de los objetos producidos en serie. Canalizaron esta idea mediante el Taller Vienés, donde se producían y comercializaban los diseños. En su aspiración los vieneses concibieron un estilo de formas austeras y sintetizadas debido a su pulcritud rectilínea, llevado tanto a la arquitectura como a las artes aplicadas austriacas, y que llegó a ser conocido como Jugenstil (estilo joven). Era una expresión de ese espíritu modernista del amanecer del siglo XX que invadiría al resto de Europa, nombrado de distintas maneras, y materializado en formas y objetos de uso cotidiano diversos. Continuar…


[i] Hobsbawm, E. (2003). La era del Imperio. Barcelona: Crítica. Pág. 239.