¿Chanel en Medellín?

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Vestido creado por Jean Patou, en crespón de china, estampado por la firma Bianchini y complementado con una pava también firmada por Patou. Vogue, París, mayo de 1928. Foto: Archivo en línea de la Biblioteca Nacional de Francia.

Por William Cruz Bermeo

[JULIO, 1928] Por primera vez la revista femenina de Medellín Letras y Encajes, utiliza fotografías, en lugar de figurines, para ambientar su sección de moda llamada «Elegancias». Fue esta misma imagen, realizada por el célebre fotógrafo George Hoyningen-Huene para Vogue París y publicada en su edición de mayo de 1928. Tan solo dos meses después, en julio, y en una era de velocidades de comunicación incomparables a las de hoy, Letras y Encajes la tomó para sus páginas, describiéndola como un «traje de Chanel en chifon estampado». En realidad, era un vestido creado por Jean Patou, en crespón de china y estampado por la firma Bianchini, complementado con una pava también firmada por Patou. ¿Por qué atribuir este diseño a Chanel o cambiar su nombre? ¿Fue simplemente un error? ¿O cabe suponer que se debió al nombre mismo de la diseñadora que, para el periodo entreguerras, era una de las más afamadas de la moda internacional? Así el nombre de Chanel hizo su primera aparición impresa en Medellín, en Letras y Encajes, aunque le fuera erróneamente adjudicado un modelo cuya autoría no le correspondía. De enterarse mademoiselle Chanel, no creo que se hubiera molestado, a la hora de la verdad le daba más relevancia a la promoción de su nombre e imagen que a sus productos, los cuales le halagaba que se los copiaran.

China a través del espejo

La actriz Anna May Wong. Por Edward Steichen. Vanity Fair, 1931.

La actriz Anna May Wong. Por Edward Steichen. Vanity Fair, 1931.

Las influencias concretas del arte y la cultura china suelen disolverse entre las distintas corrientes orientalistas que repetidas veces han atravesado la historia de la moda occidental. Como ejemplo de esa disolución, cabe recordar la anotación que hacíamos en una entrada anterior, cuando referimos que hacia el siglo XIX se diseñaron y bordaron patrones florales chino-japoneses, donde el potencial estético de ambas culturas se fusionaba en una sola imagen evocadora de Oriente. Por corriente orientalista, se entiende la pasión que Occidente ha cultivado, desde siglos atrás, respecto a la estética de los pueblos del oriente medio y lejano, incorporándola a sus artes decorativas y, evidentemente, a su moda.

Sin embargo, dicha pasión ha sido politizada, especialmente a partir de 1978 cuando Edward W. Said lanzó su revelador libro Orientalismo, el cual constituye una crítica a la visión de Occidente sobre Oriente; por considerar que el primero ha utilizado la cultura de aquéllos pueblos como una suerte de chivo expiatorio de sus propios deseos, cohibidos en parte por una moral pacata; diríamos, típicamente victoriana. De este modo, el erotismo, la sensualidad y cierto desenfreno invaden el imaginario que la cultura Occidental ha construido frente a Oriente, viendo en éste último una posibilidad de realización de sus propios deseos más indecibles, los cuales materializa en representaciones como las del arte, el cine, la literatura y la moda. Continuar leyendo…

Moda masculina: más calle y música que escenarios de moda

Por William Cruz Bermeo

Dior Homme. Por Kris Van Assche, otoño 2015.  © Yannis Vlamos/Indigitalimages.com.

Dior Homme. Por Kris Van Assche, otoño 2015.
© Yannis Vlamos/Indigitalimages.com.

Hoy la moda femenina cambia con más celeridad que la moda masculina. Sin embargo, hacia finales de la Edad Media hombres de poder político y militar lideraron la idea del cambio constante en la apariencia. Y para entonces las críticas contra la moda iban dirigidas a caballeros cuya excesiva atención a los detalles de su imagen se interpretaba como «un asalto travestido al estilo marcial del pasado». Así lo expone Diane Owen Huges en Las modas femeninas y su control, un ensayo donde se pregunta por qué si la moda era un asunto de hombres, las críticas al respecto recaerían definitivamente en las mujeres. La pregunta, en ese contexto, cobra sentido porque desde entonces y hasta la Revolución Francesa las modas de hombres y mujeres rivalizaron entre sí por su fantasía y ostentación, ambas participaban de la misma teatralidad aunque hubiera unos límites de género claramente definidos.

En resumen, ya en el amanecer del siglo XIX en la moda masculina se respiraba una atmósfera de austeridad y uniformidad, de renuncia al adornamiento ostensible y este se reservó más bien a la indumentaria femenina. Por ejemplo, la Alta Costura, sinónimo de ostentación, durante su glorioso siglo de imposición de la moda, 1860-1960, se especializó exclusivamente en moda femenina. Ninguna firma dentro de esta industria tuvo líneas masculinas; excepto Lanvin, que lo hizo en 1926. Continuar leyendo