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A diez años de Grandeza : rastros de la moda internacional en Medellín

Hace diez años, en 2015, curé una exposición que aún resuena en mi memoria y en la de muchos que la visitaron: Grandeza: rastros de la moda internacional en Medellín 1890–1950. Diez años después, sigue siendo un proyecto que me enorgullece por su potencia narrativa, por las preguntas que abrió y por el diálogo que propuso entre archivos, ciudades, épocas y estéticas.

Tomando su nombre de la novela homónima de Tomás Carrasquilla, Grandeza buscó rastrear cómo la moda internacional fue acogida, reinterpretada y resignificada por los habitantes de Medellín entre finales del siglo XIX y mediados del XX. Inspirados por la célebre frase de Balzac —“el erudito o el hombre de mundo elegante que quisiera investigar la indumentaria de un pueblo en cada época, conseguirá hacer la historia más pintoresca y más nacionalmente verdadera”—, me propuse pensar la moda no como ornamento, sino como documento vivo de aspiraciones, tensiones sociales y transformaciones culturales.

La exposición puso en diálogo imágenes de dos archivos fundamentales. Por un lado, el archivo fotográfico de la Biblioteca Pública Piloto de Medellín, donde reposan retratos de estudio que muestran a hombres y mujeres de distintas clases sociales, capturados por fotógrafos locales como Benjamín de la Calle, Francisco Mejía, Gabriel Carvajal y el estudio Fotografía Rodríguez. Estas imágenes son ventanas a un Medellín que se pensaba a sí mismo entre la tradición y la modernidad, entre lo local y lo cosmopolita.

Por otro lado, las imágenes provenientes del Museo del Fashion Institute of Technology (FIT) de Nueva York nos situaron en el pulso de la moda occidental. Diseñadores como Paul Poiret, Coco Chanel, Madeleine Vionnet, Elsa Schiaparelli y Cristóbal Balenciaga marcaron tendencias que encontraron eco, reinterpretación y deseo en las calles y estudios fotográficos de Medellín. La exposición mostraba cómo esos lenguajes visuales se reconfiguraban en una ciudad que también buscaba definirse a través de la apariencia, el gesto y la elegancia.

El diálogo entre estos dos acervos nos permitió trazar puentes y tensiones, descubrir afinidades estéticas y revelar cómo la moda era también una estrategia de representación, de distinción y de movilidad social. Así como Carrasquilla retrató en su novela a personajes fashionables —no solo por su forma de vestir sino por su manera de habitar el mundo—, en Grandeza pudimos ver cómo la moda era mucho más que vestimenta: era una forma de narrarse.

Hoy, diez años después, celebro esa experiencia con gratitud. Agradezco a quienes hicieron posible este proyecto, a quienes lo visitaron, lo pensaron y lo discutieron. Y sobre todo, agradezco a las imágenes que, silenciosas pero elocuentes, siguen hablando de una ciudad que miraba hacia el mundo mientras se inventaba a sí misma.

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De William Cruz Bermeo

Maestro en Artes plásticas, Especialista en Estética. Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín.

Docente Titular Facultad de Diseño de Vestuario, Universidad Pontificia Bolivariana. Medellín-Colombia.

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