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Moda en Colombia: su tránsito hacia lo propio

La historia de la moda en Colombia es también la historia de cómo un país pasó de seguir los dictados de París y Nueva York a preguntarse por su propia identidad en el diseño. Ese tránsito, lleno de tensiones entre dependencia y autonomía, es el eje central del capítulo De la emulación a la búsqueda por lo propio, que escribí para el libro Estudios de la Moda en Colombia.

El recorrido comienza a finales del siglo XIX, con la llegada de la máquina de coser, que transformó radicalmente la manera en que la ropa circulaba en la sociedad. Durante buena parte del siglo XX, la moda colombiana se alineó con los estilos de los grandes centros de la industria global. Sin embargo, hacia finales de ese mismo siglo, procesos como la institucionalización de la moda, las reformas económicas y la globalización abrieron una nueva etapa: la necesidad de definir qué hace particular a la moda diseñada y producida en el país.

El análisis no se limita a documentos históricos: combina fuentes textuales y visuales, testimonios orales y observación directa, lo que lo convierte en un relato vivo sobre cómo se configuró un campo cultural y económico en constante transformación.


Johanna Ortiz, look de la colección Alma Gitana. Fuente: fotografía de Andrés Oyuela, 2017. Cortesía del autor.

¿Por qué leerlo?

  • Porque ayuda a entender cómo la moda en Colombia se convirtió en un espacio de reflexión sobre la identidad nacional.
  • Porque muestra la relación entre la moda, la historia social y económica, y los procesos de globalización.
  • Porque ofrece claves útiles tanto para investigadores y estudiantes como para profesionales de la industria y lectores interesados en la cultura contemporánea.

Este capítulo es, en definitiva, una invitación a comprender la moda como un lenguaje histórico y social, y no solo como un asunto de estilos: un espejo de las transformaciones del país en el último siglo.

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A diez años de Grandeza : rastros de la moda internacional en Medellín

Hace diez años, en 2015, curé una exposición que aún resuena en mi memoria y en la de muchos que la visitaron: Grandeza: rastros de la moda internacional en Medellín 1890–1950. Diez años después, sigue siendo un proyecto que me enorgullece por su potencia narrativa, por las preguntas que abrió y por el diálogo que propuso entre archivos, ciudades, épocas y estéticas.

Tomando su nombre de la novela homónima de Tomás Carrasquilla, Grandeza buscó rastrear cómo la moda internacional fue acogida, reinterpretada y resignificada por los habitantes de Medellín entre finales del siglo XIX y mediados del XX. Inspirados por la célebre frase de Balzac —“el erudito o el hombre de mundo elegante que quisiera investigar la indumentaria de un pueblo en cada época, conseguirá hacer la historia más pintoresca y más nacionalmente verdadera”—, me propuse pensar la moda no como ornamento, sino como documento vivo de aspiraciones, tensiones sociales y transformaciones culturales.

La exposición puso en diálogo imágenes de dos archivos fundamentales. Por un lado, el archivo fotográfico de la Biblioteca Pública Piloto de Medellín, donde reposan retratos de estudio que muestran a hombres y mujeres de distintas clases sociales, capturados por fotógrafos locales como Benjamín de la Calle, Francisco Mejía, Gabriel Carvajal y el estudio Fotografía Rodríguez. Estas imágenes son ventanas a un Medellín que se pensaba a sí mismo entre la tradición y la modernidad, entre lo local y lo cosmopolita.

Por otro lado, las imágenes provenientes del Museo del Fashion Institute of Technology (FIT) de Nueva York nos situaron en el pulso de la moda occidental. Diseñadores como Paul Poiret, Coco Chanel, Madeleine Vionnet, Elsa Schiaparelli y Cristóbal Balenciaga marcaron tendencias que encontraron eco, reinterpretación y deseo en las calles y estudios fotográficos de Medellín. La exposición mostraba cómo esos lenguajes visuales se reconfiguraban en una ciudad que también buscaba definirse a través de la apariencia, el gesto y la elegancia.

El diálogo entre estos dos acervos nos permitió trazar puentes y tensiones, descubrir afinidades estéticas y revelar cómo la moda era también una estrategia de representación, de distinción y de movilidad social. Así como Carrasquilla retrató en su novela a personajes fashionables —no solo por su forma de vestir sino por su manera de habitar el mundo—, en Grandeza pudimos ver cómo la moda era mucho más que vestimenta: era una forma de narrarse.

Hoy, diez años después, celebro esa experiencia con gratitud. Agradezco a quienes hicieron posible este proyecto, a quienes lo visitaron, lo pensaron y lo discutieron. Y sobre todo, agradezco a las imágenes que, silenciosas pero elocuentes, siguen hablando de una ciudad que miraba hacia el mundo mientras se inventaba a sí misma.

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Moda, 150 años. Modistos, diseñadores, marcas

Autora: Charlotte Seeling

Por: William Cruz Bermeo

Portada de Moda, 150 años. Modistos, diseñadores, marcas. Editorial H.F. Ullman

En 1999 Charlotte Seeling publicó Moda: El siglo de los diseñadores, una obra que se convirtió en un clásico escaso; una especie de biblia de referencia obligada para docentes, investigadores y estudiantes de ambos lados del Atlántico, pues traía una acertada selección de imágenes icónicas acompañadas de textos distribuidos por décadas, que resumían la historia de la moda del siglo XX. Ahora, tras casi 12 años de esa publicación, Seeling produce un libro sobre los últimos 150 años de la moda, con un alto porcentaje de imágenes no vistas en su anterior libro. Sin embargo, algunos de los textos ya habían aparecido en esa primera obra; pero en la presente la mayoría se han renovado y el contenido se ha actualizado con un capítulo que incluye las transformaciones de la moda en la década que acaba de terminar.

Inicia con el surgimiento de la Alta Costura, dedicándoles espacio a personajes como Worth, Poiret y Fortuny; seguidamente cada década se aborda bajo un título que encapsula su característica más definitoria, reportando sobre los cambios y nuevas actitudes frente a la moda que ocurrieron principalmente en los países desarrollados. Seeling recurre a un relato a modo de Zeitgeist, es decir, mostrando la moda como reflejo de las transformaciones políticas, sociales y económicas que acaecieron en aquellos países. Además, reseña a esos diseñadores y marcas que hicieron historia en cada periodo.

Pese a las similitudes con el primer libro, Moda, 150 años. Modistos, diseñadores, marcas no se puede considerar una continuación de él, sino una obra nueva e igualmente coleccionable y necesaria como la que le precedió.