Las pieles, de la aceptación a la condena (Segunda parte)

Reality Show. Por Carine Roitfeld, fotografía Mario Testino. Vogue, agosto de 2008. © Condé Nast Publications.

Reality Show. Por Carine Roitfeld, fotografía Mario Testino. Vogue, agosto de 2008. © Condé Nast Publications.

…Ahora, el paso de las superficies moteadas o listadas a los temblorosos y atractivos pelos de visones, zorros, nutrias y castores es otra historia. Lo que aquí cuenta es como ésa imagen de la mujer dominante ha perdurado en el tiempo hasta llegar incluso a su más sorprendente caricatura. América latina ha producido varias de ellas, tenemos el caso de la Tigresa, la actriz mejicana que hacia los años setenta se hizo fotografiar vestida con minivestidos y botas de leopardo con tigres de fondo, y para venirnos al presente baste no más con dar una mirada a la cantante peruana La Tigresa del Oriente, toda una caricatura de esa idea que venimos exponiendo. Uno se pregunta si estos personajes se hubiesen podido configurar sin los antecedentes que hemos mencionado, sin la idea de que las pieles de los félidos representan ese espíritu agresivo y sensual que se les adjudicaba, como hemos visto, desde la antigua Grecia. Poco importa si los motivos felinos de estas dos divas latinoamericanas son de pieles auténticas o si son impresiones burdas sobre telas o piel de vaca imitando motivos felinos porque la idea que allí subyace es la de unas mujeres dominantes y sexualmente asertivas. Es decir, se superpone la intensión de comunicar esa idea sobre la materialidad misma de las pieles, lo que importa es lo que aquéllas informan sobre el personaje. Y esta situación se presentó incluso en el mundo de la política, con la escasísima piel de armiño.

Sucede que en los años sesenta una figura nefasta llegó al poder en República Centroafricana, se llamaba Jean-Bédel Bokassa, y en los setenta se autoproclamó emperador, con el título de Bokassa I; pensaba que haciendo de su país un imperio éste sería respetado por el resto del mundo. Para la ceremonia de coronación, el más aparatoso de los actos de que la historia reciente tenga noticia, llevó una extensa capa ribeteada de armiño, y su trono imitaba en todo el aparataje simbólico la estética napoleónica: alfombras y cortinas rojas, acabados dorados y esa extensa capa armiñada que le hacía juego a una corana cuya base iba forrada en la misma piel. Con ello Bokassa tomaba el simbolismo de una de las pieles más apreciadas por la nobleza europea y adoptada por ellos como un privilegio exclusivo. Continuar con la segunda parteQuiero ir a la primera parte.

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